Reportaje: Cultura a granel

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Por: José Luis Chicano

Amanece un nuevo día. Realmente aún no ha amanecido, aún es de noche. Pero la vida en el barrio ya está en plena ebullición. Es jueves. Pero no es un jueves en cualquier lugar, es jueves en la calle Feria. Sevilla. Y hablar de un jueves en la sevillana calle Feria no es asunto baladí. Es hablar del Jueves, con mayúsculas. Porque hablar del Jueves es hablar del mercadillo al aire libre más antiguo de Sevilla, cuyo origen, según la tradición popular se remonta al siglo XIII, tras la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo. Voces autorizadas como la del Catedrático de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, Salvador Rodríguez Becerra lo sitúa antes del siglo XV, habiéndose colocado entonces los mercaderes en esa calle Feria por el nombre de la misma, a modo de feria semanal. También es plausible la teoría del origen árabe del mismo, entendiéndose éste como el zoco de la ciudad. Sea como fuere, el Mercadillo El Jueves llega a nosotros como una de las tradiciones de más arraigo popular en Sevilla y como uno de los mercadillos ambulantes más antiguos de España. Y se llama el Jueves no por arbitrariedad. Se llama así, por la sencilla razón de que es el día de la semana en que tiene lugar. La respuesta está en lo más simple muchas veces.
Para unos, un mercado de auténticas antigüedades, para otros, un mercado de baratijas e incluso mamarrachadas. Pero lo que no podemos obviar es el hecho de que nos encontramos ante un trozo de la historia viva de Sevilla. Es Sevilla al ciento por ciento. Es el barrio. El barrio al ciento por ciento. Dónde, lo mismo puedes encontrar una revista de varietés editada durante la II República, que lo mismo puedes encontrar un retrato de Primo de Rivera. De ambos, tanto padre como hijo. Paradojas de la vida. Réplicas de Inmaculadas de Murillo, maquinas de coser, recambios para la bicicleta, bicicletas enteras (de dudosa procedencia), cromos, videoconsolas, velones de Lucena, carteles de feria, planteles toreros en la Maestranza, trajes de flamenca, muñecas Nancy, libros y antigüedades en general, que resultan imposibles de enumerar dada la variedad de objetos que se dan cita sobre mantas y fardos cada jueves en la calle Feria, transformando ésta en un inmenso tapiz, en un collage variopinto que rezuma vida por cada uno de sus poros. Por cada uno de sus puestos. Cada puesto, una historia.
Aquí se da cita la dualidad que enfrenta a las antigüedades a las antiguallas. La dicotomía entre lo valioso y lo hortera. Lo práctico y lo frívolo. El frikismo. Frikismo en su traducción literal. Porque ésta es la mejor ejemplificación de lo que es el mercadillo de El Jueves. La definición que nos aporta el Diccionario de la Real Academia Española de friki (del inglés freaky) es extravagante, raro, excéntrico. Pues esa es la mejor manera de definirlo. Pero claro está, eso no le quita su valor histórico y cultural. Porque se trata de un valor tanto antropológico como sociológico. Cultura popular al cien por cien. Cultura en términos etnográficos. Cultura como conjunto de significados y símbolos que caracterizan a un grupo social. Porque lo que aquí se da, no es exclusivamente refinamiento, gusto, sofisticación, educación y apreciación de las Bellas Artes. Aquí se dan cita fuerzas culturales más interesantes y significativas, las que afectan a la gente en su vida cotidiana. En su día a día. Y claro está, en un contexto determinado e influenciado por el tamiz del tiempo y de la historia.

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Y el caso es que lo que era un mercado de objetos usados donde la gente iba a buscar cosas pintorescas, artefactos antiguos o simplemente a curiosear y mezclarse entre el gentío que abarrota sus puestos, ante la actual situación de la economía, ante esta crisis sistémica que en mayor o menor medida nos ahoga a todas y a todos, está dándose un nuevo fenómeno. Un fenómeno que no es nuevo, por otra parte. Simplemente ha renacido. Porque los que antes iban a comprar algo por frivolidad o por curiosidad, ahora lo hacen por necesidad. Hay que recurrir a lo económico. A lo barato. Lo usado. Ya sean películas, jerséis, juguetes o libros. Evidentemente, el mercadillo no se ha convertido en el nuevo Carrefour del barrio, pero sí es verdad que la afluencia al mismo en búsqueda de cosas asequibles de uso diario sí que ha aumentado.
Y una de esas cosas, no de primera necesidad, pero sí de uso cotidiano, depende para quién, son los libros. Libros nuevos, libros usados en perfecto estado y libros viejos y amarillentos. Libros con anotaciones, con dibujos, libros algunos, cuyos lomos se ven incapaces de aguantar por mucho más tiempo sus hojas en ellos. Libros más caros, libros más baratos, dos libros al precio de uno. Libros al fin y al cabo. En definitiva, material de lectura. Mejores, peores, superventas, descatalogados. Pero libros son.
Y el caso es que encuentras libros nuevos, sin estrenar, con su fundita de plástico entorno a ellos a precios de segunda mano, a precios muy pero que muy asequibles. Libros que ya no encontrarías en una librería en muchas ocasiones. Libros en los cuáles el precio no lo marca una editorial o la repercusión social que haya tenido éste. Libros cuyo precio lo delimita su propio estado de salud. Salud a nivel físico. Y no sólo eso. El precio también varía en función de su volumen, de su masa, de su peso. No nos encontramos ante precios cualitativos, sino ante precios cuantitativos. Mientras más grande, voluminoso o pesado sea éste, mayor será su precio, y por ende, a menor tamaño o peso, menos nos costara. Cultura a granel.
Desde los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós a líderes en ventas como Katherine Neville o Mario Puzo, pasando por libros míticos de Vázquez-Figueroa o Patricia Highsmith. Sin olvidar a los grandes maestros clásicos, así como a las brillantes plumas de nuestro Siglo de Oro. Toda una biblioteca a ras de suelo. Los buscadores de conchas de Rosamunde Pilcher, El Dr Jekyll y Mr Hyde de Stevenson o Estudio en escarlata de Doyle son una pequeña muestra del variopinto abanico literario que se abre a nuestros ojos a precios muy competitivos. Porque un libro es un libro. Esté viejo o nuevo. Esté sin leer o hay sido leído y releído cientos de veces, siempre será un libro mientras el paso del tiempo, implacable, no acabe con él. Y lo que para unos podría considerarse una cutrez o rebajarse a no estrenar un libro, para otros tiene una gran ventaja. La ventaja de que, muchos libros, al igual que pasa con películas o discos de música, ya han sido descatalogados. Muchos de esos libros, películas o discos, pueden resultar ya imposibles de encontrar en el mercado ordinario. Tuvieron una tirada de equis ejemplares y no se volvieron a reeditar. Y es, para este tipo de género, que ya no puedes adquirir en comercios especializados, una gran oportunidad de volver a salir a la luz. Es una oportunidad para el público a acceder a esa cultura que por unos motivos u otros ya no puedes adquirir. Ya sea a precio de coleccionista o a precio de tieso.

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Y es que leer se ha convertido en un vicio relativamente caro con los tiempos que corren. Siempre está el recurso de la biblioteca, gratuito. Pero para los que le gusta tener en casa una estantería plagada de libros que poder leer y releer, el hecho de gastarse alrededor de 20 euros por cada libro, supone un gasto excesivo ante la situación actual. De esta manera, los diferentes puestos de libros que hay en el mercadillo, nos proporciona una forma asequible de acceder a esa cultura que los propios libros nos aportan. Si no te importa leer de un libro toqueteado (que a fin de cuentas también lo están los de las bibliotecas), estos libros son una genial opción. Porque con un precio máximo de 5 ó 6 euros en la mayoría de los casos, disponemos de obras maestras de la literatura. Pero ese precio suele ser el tope. La amplia gama de precios parte desde los 50 céntimos de euro. Muchas veces, los libros no tienen ni el precio marcado, y es al enseñárselo al vendedor, cuando éste, tras cogerlo, hojearlo y sopesarlo (le falta sólo ponerlo sobre una báscula, para ver cuantos gramos de cultura hay en él), te dice un precio, que luego tú puedes regatear, claro está. Un mercadillo es un mercadillo. Te gusta un libro, lo eliges, preguntas cuánto vale, te dice un precio y acto seguido te ofrece llevarte otro libro más con el consiguiente descuento por llevarte dos. En la mayoría de las veces caes. Técnicas de mercado. O zalamería más bien. Pero otras veces, el precio está puesto. Y ese precio estrella, el más común, es el de 2 euros. Por ahí oscilan casi todos, entre 2 y 3 euros. Lógicamente, si te llevas dos libros de 3 euros cada uno, con toda probabilidad podrás sacarlos por 5 euros ambos. Y no podemos olvidar el apartado dos libros por 1 euro, dónde por tan sólo 50 céntimos de euro puedes adquirir La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza o los Cuentos cómicos de Edgar Allan Poe. Obviamente, los dos. Que para eso es dos por uno.
Evidentemente, toda acción tiene su reacción. Y esto no está libre de tener sus defensores y sus detractores. Y si entre los defensores podrían situarse los propios consumidores compulsivos (y no tan compulsivos) de libros, como detractores podrían situarse las propias editoriales y las pequeñas librerías de viejo. Y el caso es que en el entorno a la consabida calle Feria se sitúan tres de las más coquetas y entrañables librerías de Sevilla, la librería Baena y El gusanito lector en la propia calle Feria, y Un gato en bicicleta en la calle Regina, sin tener en cuenta a los grandes hipermercados del libro que son Beta o La casa del libro, no por ello menos recomendables. Paradójicamente, la librería Baena, que también comercializa material de segunda mano y sita en todo el meollo del propio mercadillo, dada su localización al comienzo de la calle Feria, junto a la plaza de Montesión, todos los jueves, saca su propio puesto a la calle, justo en su puerta. Si no puedes con el enemigo, únete a él. Como diría Sun Tzu en El arte de la guerra. Y la cosa es, que más daño hacen a estos pequeños y carismáticos establecimientos, casi en vías de extinción, las grandes superficies del libro y las grandes franquicias que los pequeños puestos donde comerciantes por hobby y a veces necesidad plantan unos pocos de libros de los que sacan un ínfimo beneficio.
Y cada cosa tiene su propio público. Sucede igual que con los libros electrónicos o digitales. A unos les gusta más tener en las manos un libro físico de papel y a otros les gusta más tener un juguetito electrónico en el que leer. Pero son públicos diferentes. Compatibles. Lo mismo pasa con estos libros usados. Hay quiénes jamás comprarán un libro viejo y amarillento, y hay a quiénes eso no le importan y lo único que quieren es tener un libro en sus manos. Y si es barato mejor. También es cierto, que los libreros juegan con la ventaja de ofrecer lo último que esté en el mercado. Obviamente, si quiero comprarme El tango de la guardia vieja, última novela de Arturo Pérez-Reverte, no voy a ir al Jueves, sino que iré a una librería donde lo tengan o lo puedan solicitar a la editorial. Son cosas distintas. Mercados diferentes. Compradores diferentes. Vendedores distintos. Para gustos, ahí están los colores.

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Muchos también podrían pensar que al vender libros de segunda mano se pudiera estar violando los derechos de autor y de comercialización de las propias editoriales. Pero no podemos olvidar, de que la mercancía que se ofrece en estos puestos, los libros concretamente, son libros que en la mayoría de los casos ya han sido amortizados, en palabras de Alberto Vázquez-Figueroa, que ya han cumplido su cometido. Son libros que ya han sido grabados con sus impuestos correspondientes, que tanto la hacienda pública como las propias editoriales han cobrado beneficios por ello. Es más, ésta, es una práctica, la de vender libros de segunda mano, que la realizan ya desde hace tiempo muchas de las librerías más prestigiosas del país. Simplemente se trata de buscar nuevos mercados. Nuevas vías de desarrollo. Nuevos públicos. Porque no se trata de piratería. Piratería sería el vender fotocopias de dichos libros. Sólo es revender libros que ya han reportado su beneficio a quien lo han hecho. Llámese escritor. Llámese editor. Y a fin de ponernos quisquillosos, estos libros son grabados doblemente. Porque la venta de objetos usados en el Mercadillo de los jueves en la calle Feria está regulada, y los vendedores contribuyen a las arcas públicas con sus impuestos correspondientes.
En conclusión, el Jueves, se plantea, ya no sólo como un mercadillo donde puedas ir a comprar, ya sea por placer o por necesidad. El Jueves es Cultura. Cultura con mayúsculas. Es acervo cultural propio y ajeno. Ya que el propio mercadillo es un conjunto de bienes, ya no sólo materiales como las cosas que venden en él, sino inmateriales como es una determinada tradición. Una tradición histórica que se lleva a cabo en una de las zonas con más historia de Sevilla. De hecho, la mayoría de los historiadores coinciden en que la calle Feria podría ser el núcleo a partir del cuál se forjó el resto de la ciudad. Siendo sin lugar a dudas uno de sus barrios más castizos, más populosos y más interesantes de analizar a nivel antropológico. Pero es mucho más que eso. Basta con andar entre sus puestos. Basta con pasear y dejarse llevar por la muchedumbre que atesta la calle Feria, la plaza de Montesión y la plaza de los Maldonados cada jueves. Es una interesante muestra de arte efímero. Efímero pero perpetuo a la vez. Porque es arte vivo, arte en constante devenir, donde el paso de los años ha hecho de él, un monumento. Uno monumento humano. Un monumento social donde no hace falta comprar nada para vivir su idiosincrasia. Sólo observar. Sólo escuchar. Tan sólo disfrutar.

Para más información:

http://www.sevilladesaparecida.com/2011/07/tradiciones-conservar-el-jueves.html

http://es.wikipedia.org/wiki/Mercado_El_Jueves_(Sevilla)

Entrevista a Alberto Vázquez-Figueroa

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                                 “Hay mucho puente para tan pocos ríos en este país”. Eso me dijo Alberto Vázquez-Figueroa cuando le  pregunté si tenía planes para el puente del uno de noviembre y así llevar a cabo esta entrevista. Periodista, escritor, inventor, son algunas de las facetas de este canario criado en el Sahara. Un prolífico escritor y todo un veterano de las letras y ya no sólo de éstas, sino de la vida. Persona de un amplio bagaje cultural con el que hemos hablado, ya no solo de su novela La bella bestia, sino también de la situación de las letras en este contexto de actual crisis económica.

José Luis Chicano: El personaje principal de La bella bestia es Irma Grese, una celadora de los campos de concentración nazis, ¿qué le motiva a escribir sobre ella?

Alberto Vázquez-Figueroa: Una señora cordobesa me habló de ella, me llamo la atención y busqué información. Descubrí que  había sido el ser humano más malvado que se haya conocido, la única mujer condenada a la horca a los 21 años, con toda la razón del mundo, y consideré que fue una historia interesante y muy acorde al momento. Porque estamos viendo como todo lo que se refiere al nazismo parece renacer, parece que hay gente que no se da cuenta de lo que aquello significó. Hay personas que van exhibiendo banderas nazis, pegatinas o distintivos con la cruz gamada y dices, pero bueno, ¿si hubo 50millones de muertos y sólo ha pasado una generación, cómo es que la gente ya no se acuerda de esto?

JCH: ¿Hasta qué punto podrían volver a darse una situación así?

AVF: Dada la situación actual, como los políticos no hacen más que robar y expoliar, tanto los de un lado como los de otro, se está dando una situación muy similar a la del gran crack del 29, de ruina, de depresión. Estamos llegando a una situación donde unos mandatarios totalmente ineptos y corruptos (no se sabe si más ineptos que corruptos o viceversa), llevan al pueblo a la desesperación. Hoy en día estamos en esos momentos de caos, donde los políticos no saben dónde nos tienen que llevar, no tienen ni idea de lo que tienen que hacer. Están ahí, tanteando, llevándose lo que puedan, y ya no queda nada por robar. No saben qué hacer, como administrar un país. Corremos el riesgo de que surjan nuevas ideologías de destrucción. Y que surja un loco con esas ideas y triunfe.

JCH: En La Bella bestia, ¿qué hay de realidad y qué hay de ficción?

AVF: En una novela histórica basada en hechos históricos, hay que ser muy fiel en todo lo que refiere a los hechos. El personaje de Grese fue tal como lo describe la novela. La condenaron tal como se dice y la ahorcaron tal como se merecía. Eso es lo que hay que respetar, una base histórica. Ahora, alrededor de eso, están las lagunas históricas, cosas que sin cambiar lo que fue verdad, pudieron estar ahí, porque a lo largo de la vida de Grese pasaron una serie de personajes, tuvo una serie de amantes, conoció y mató a muchas personas, y muchos de esos personajes se pueden concentrar en uno solo y ese es el personaje que sirve de hilo conductor para la novela. Es un recurso literario, donde siempre la columna vertebral es la hija de la gran perra que fue Irma Grese.

JCH: El comienzo del libro transcurre en una conferencia acerca del futuro del libro digital, ¿cuál es su opinión respecto a éstos?

AVF: Ahí todos hablamos de oídas. Editores y escritores estamos desconcertados. Como el mundo está desconcertado frente a los cambios que hay. Se supone que tal como está ocurriendo en EEUU, el mercado de libros digitales superará al mercado de libros de papel. Yo creo que en España aún tardará unos años, además, siempre se dará una convivencia entre ambas cosas. Recuerdo que cuando apareció la televisión, se decía que iba a acabar con la radio. Que la radio era una cosa absolutamente obsoleta y que nadie volvería a escucharla. Y con el paso del tiempo se ha demostrado que la radio está tan vigente o más que entonces. ¿Qué pasará con el libro digital?, pues convivirá con el de papel, porque hay mucha gente que aborrece coger un aparato y leer en él. Prefieren su libro de papel, lo pueden tocar y tenerlo en la biblioteca. Hay otros que no, que van en el metro y llevan su libro digital y pueden leer muchos libros en uno sólo. Para gustos colores. Cuanto más convivan mejor. A mí, como escritor me tiene sin cuidado una cosa u otra, siempre que se cumpla la ley. Si un libro de papel me deja de beneficio un euro y el libro descargado en digital me deja el mismo beneficio y para el lector ha sido más barato, pues muy bien. Ahora, luego interviene la piratería, las leyes que no se cumplen y la picaresca, es como preguntarse ¿qué opina usted de que las librerías pongan los libros en la puerta y la gente se los lleve y los roben?.  Ahí sí que estamos jodidos, pues en este caso es lo mismo. Si la gente cumple y paga sus 4 euros por un libro digital y lo lee cómodamente, pues bien. Esa es mi lucha con las editoriales, para que los libros digitales estén a un precio más razonable. Se ahorra el papel, la impresión y sobre todo la devolución. Los libros de papel tienen el problema de la devolución. Si los vendes muy bien, pero si no, te los comes con patatas. En internet no. Si no lo vendes no pasa nada.

JCH: En su página web tiene alguna obra para ser descargada gratuitamente, ¿por qué?

AVF: Sí, desde siempre, yo fui el primero que puse ésa y casi todas. Y a quien me las pide se las doy. Un señor de México, me pidió La bella bestia porque allí no la podía conseguir y se la mandé. A mí, ¿qué me importa que un señor que esté en Alaska o en la Patagonia, me pida un libro porque allí no lo puede conseguir?, ¿voy a negárselo?, son libros que ya están amortizados, que ya hicieron lo que tenían que hacer. No hay que pensar siempre en el qué va al Corte Inglés y se compra un libro, hay que pensar en el señor que está en el último rincón del mundo que no va a poder comprar el libro. Lo que importa es que ese señor lea tu libro.

JCH: Es más importante que te lean a vender libros, ¿no?

AVF: Claro, el vender no es sólo la cuestión física de cobrar, es tener lectores. Es tener amigos. Muchos, lo que quieren es tener compradores, pero lo importante no es eso. Mucha gente piensa que esto de escribir es soplar, sacar botellas y empezar a cobrar. Yo empecé a escribir a los 16 ó 17 años. Escribí montones de libros y nadie me los publicó. Escribí trece libros que sí que se publicaron, y no fue hasta el catorce, Ébano (yo ya tenía 39 años), con el qué empecé a ganar dinero. Hay que saber esperar 25 años. Y a mí, se me consideró un escritor con suerte, con éxito a buena edad. Esta profesión es así, y si no lo fuera, nadie trabajaría en una oficina ni picaría piedra, porque es más cómodo trabajar en tu casa a la hora que te dé la gana. Además, te pagan y con suerte eres famoso y la gente te reconoce por la calle. Pero eso tardé 25 años en lograrlo.

JCH: ¿Cómo está afectando la crisis a escritores y editores?

AVF: La crisis está afectando a todos los sectores. A los arquitectos, a los médicos, a los abogados. Está afectando a todo el mundo. Menos a los banqueros, que son los que se benefician. Antes se suponía que eran los abogados los que ganaban a río revuelto. Pues ahora los abogados ven que todo el entramado social cae. Ser notario era lo máximo, y hoy despiden a sus trabajadores porque no hay quien compre una casa ni quien haga un negocio. Esta crisis afecta a todo el mundo, y los escritores y los editores no son una  excepción. Nunca lo serán. Y mientras el mundo está en crisis, llegas a un restaurante y te encuentras en la puerta coches de lujo (BMW, Mercedes, todos alemanes),  todos con chóferes, y dentro, políticos pidiendo langostinos o percebes y pagando con la tarjeta del Congreso. Se te revuelve el estómago. Ves a estos indecentes que se han comido un país. Tanto los de un lado como los del otro. Y mientras haya personas a los que no se les castigue como se merecen, la crisis afectará a todos. En el mundo del cine, yo antes hacía una película cada año. Ahora hace 3 años que nadie tiene dinero para hacer una película, ¿para qué vas a hacerla?, si nadie tiene dinero para ir al cine y además al día siguiente te la piratean en internet y nadie hace nada. Todos estamos pagando esta crisis. Es el resultado de la excesiva avaricia de unos pocos.

JCH: ¿De los llamados poderes fácticos, no?

AVF: Claro, los banqueros. Mucha gente dice que si la Moncloa, que si tal ministerio, que si tal o que si cual. Lo que pase en la Moncloa importa un pito, aquí lo que importa es lo que se decide en Madrid pero en el Paseo de la Castellana. En los edificios de la gente que realmente maneja la economía  y a los políticos, y hasta que no se entienda eso, no se puede evitar, es una concomitancia entre ellos. Un complot político banquero.

Sitio web de Alberto Vázquez-Figueroa

http://www.vazquezfigueroa.es/

La tumba de Antígona: reflexiones sobre una conferencia de Annick Allaigre

Por: José Luis Chicano

Esta obra de la malagueña nacida en Vélez-Málaga, María Zambrano, fue escrita en la La Piéce (Francia) y editada por primera vez en México en 1967. En ella, la discípula de Ortega retoma el tema del Mito de Antígona, pero reescribiendo el final original de Sófocles. No es la primera vez que este personaje femenino es retomado, de hecho, autores españoles como José María Pemán, Espriú o José Bergamín ya antes habían tratado el argumento de Sófocles de alguna u otra forma.
Pero en la obra de Zambrano tiene lugar un nuevo parámetro. Por primera vez Antígona tendrá voz, pues la filósofa malagueña será la única que dote a ésta de esa capacidad de ser. Es más, en La tumba de Antígona, la protagonista no muere. Ella no podría nunca haberse dado la muerte, pues nunca había dispuesto de su propia vida. Zambrano intenta alumbrar lo que en la tragedia de Sófocles queda a oscuras, intenta iluminar el interior del personaje, convirtiéndose en una aurora de la conciencia. El elemento trágico a través de constantes luchas de contrarios compite con ese renacimiento de Antígona. Pues la propia tumba la sitúa como una cuna o un nido. El propio término aurora es utilizado como metáfora de nacimiento. Es una constante dualidad. El blanco contra el negro de la oscuridad. Muerte vs. nacimiento. La tumba de Antígona frente a la «no tumba» de su hermano. El propio graznido de los pájaros que en el original de Sófocles representa la voz de Ella de una forma despectiva, en la obra de la Zambrano ya posee connotaciones positivas. Una lucha dialéctica constante. Se trata de la defensa de la protagonista frente al original sofocliano.
También hay otra novedad en la obra de Zambrano respecto a las anteriores Antígonas. El propio título. Emerge en esta ocasión la terminología Tumba, o Tombeau en francés. A este respecto, Annick Allaigre sitúa esta diferenciación como un nuevo espacio físico donde desarrollar la acción, un lugar dónde la protagonista podrá tomar la palabra. Existen matices y diferentes criterios para la traducción del término, pues aunque la traducción literal fuese tumba, panteón o mausoleo, desde mi punto de vista entiendo que el significado de ese tombeau es algo más que el mero espacio físico. Es una metáfora. Más que ésta, un homenaje. Porque la utilización de este término no es algo nuevo en la historia de las Artes. Por lo menos en el ámbito musical ya existen antecedentes históricos que así lo demuestran. Ya en el Barroco el clavecinista francés Louis Couperin usó dicho título para una obra, Tombeaux. La significación de ésta viene a ser lamento; suelen ser obras musicales con valor similar al de un epitafio en literatura. Un homenaje a su maestro difunto, en este caso. De hecho Don Randel, en su Diccionario Harvard de Música (1986), la voz tombeau aparece con la traducción literal tumba, pero inmediatamente te manda a la voz lamento. Es por ello, que entiendo dicho término en sentido metafórico, por lo que se podría hablar de Homenaje a Antígona o Lamento por Antígona. Ulrich Michels en su Atlas de Música (1977) va más allá, pues el teórico alemán sitúa el término tombeau como un género musical con entidad propia paralelo al lamento otorgándole contenido programático en calidad de canto fúnebre o sepulcral. Además, este término no fue utilizado de manera aislada, pues ya en el siglo XX también fue usado por Maurice Ravel en su obra-homenaje para piano Le tombeau de Couperin. Fue un recurso compositivo muy cultivado en la Francia de principios del siglo XX, por los mal denominados impresionistas (éste apelativo en sentido estricto sólo puede ser otorgado a Claude Debussy), que querían volver a su pasado musical glorioso, basándose dentro de su propio estilo en la obra de Rameau o Couperin. El compositor del conocido Aprendiz de brujo, Paul Dukas, también fue homenajeado de esta manera a su muerte con Pour le tombeau de Paul Dukas por Manuel de Falla o con Pièce pour le tombeau de Paul Dukas de Olivier Messiaen, ambas fechadas en 1935. Otros compositores coetáneos también fueron recordados (en la mayoría de las veces por sus alumnos) de esta forma, entre ellos, el propio Debussy.
Tras esta discusión terminológica, también es cierto que la versión de Annick Allaigre de que tombeau se refiere a un espacio físico también tiene visos de estar fundamentada, pues aporta un paralelismo entre la tumba y la casa, pues como ella misma cita, para «Antígona de Zambrano, su tumba es su casa», tal como la propia obra expone en ritmo ternario: «Oh tumba, tálamo nupcial, soterránea mansión». De hecho, se describe ésta con una serie de cualidades, como es la propia descripción de ésta. En lucha de elementos contrarios con la oscuridad, con el color negro, Zambrano otorga a la tumba el color blanco, como describe en la piedras níveas que conforman ésta. Pero la tumba no es un lugar físico concreto, pues cada vez que aparece un nuevo personaje, la escritora se refiere al sepulcro con el deíctico aquí. En palabras de Allaigre, «se transforma la tumba en un `no lugar´. El lugar del no lugar». Esto aporta una variable nueva a la obra, pues al crear este espacio no físico y atemporal ayuda a una puesta en escena de la misma. Al referirse con el aquí, ese lugar puede ser cualquier lugar. Cualquier escenario puede ser válido para dicho espacio. De la misma forma, cualquier tiempo es válido también. Pues otra vez en palabras de Allaigre: «Zambrano crea un tiempo atemporal; es un tiempo sin límites». Se sitúa este parámetro como un continuo cíclico. Un tiempo no real. Es por ello que la propia Antígona no muere, se trata solamente de un tránsito, dónde todo fluye. Así, Antígona está encerrada en un «no lugar» y en un «no tiempo». Esto representa un bucle, una espiral, que hace que la tumba no sea el lugar dónde pueda acabar la vida de la protagonista. Es un «no estancamiento», haciendo Zambrano de Antígona un ser errante. Éste es el hecho de que la tumba no sea definitiva, que haga de ésta un tránsito, un tránsito atemporal, en definitiva, es el sino del errante. Y aunque sea su casa, no es así, pues en todo momento Ella se sentirá como una huesped, y mientras así sea será un extranjero de por vida. Se trata de un ser desarraigado. Podría considerarse como un paralelismo con la vida de la propia escritora, cuyo exilio estuvo en continuo devenir. Fue un exilio errante. Ésa imagen se proyectará en la obra.

Annick Allaigre

http://www2.univ-paris8.fr/ef/spip.php?article57

Para más información sobre la obra de María Zambrano

http://www.ub.edu/smzambrano/resenyas/LA_TUMBA_DE_ANTIGONA.pdf

Bibliografía:

Randel, D. «Diccionario Harvard de Música». Alianza. Madrid. 2006.

Michels, U. «Atlas de Música». Alianza. Madrid. 1987.